Existen hechos sociales que por sus características alcanzan un carácter simbólico que les da una trascendencia inusual y transformadora.
Por Juan
Carlos Neves
En su
momento, la muerte del joven Axel Blumberg a manos de sus secuestradores
conmovió a la sociedad hasta el punto de volcar a las calles a cientos de miles
de ciudadanos y puso por primera vez en la agenda pública la problemática de la
inseguridad.
Años después, el fallido intento del gobierno
de Cristina Fernández de aumentar las retenciones a la soja provocó una
extraordinaria reacción en el sector de los agricultores que se extendió a una
gran parte de la sociedad que hizo causa común con “el campo” y que solo
terminó cuando el Vicepresidente Julio Cobos dirimió en contra del oficialismo
la votación más reñida de todo el período
de gobierno del Frente para la Victoria. Este hecho, marcó los límites
del avance sobre la propiedad privada que la sociedad estaba dispuesta a
tolerar en ese momento.
En sentido inverso, la muerte de Néstor
Kirchner dejando a su esposa viuda y aparentemente desprotegida en el ejercicio
de la presidencia, hizo resurgir a un gobierno que marchaba desprestigiado y
desgastado a una probable derrota electoral. La viuda ganó holgadamente las
elecciones pero sin solucionar, ni siquiera enfrentar, los graves problemas
subyacentes cuya existencia ha comenzado a aflorar.
En la semana que pasó, el caso de los presos
expuestos en sus salidas de los penales bajo control del Servicio Penitenciario Federal para concurrir
a actos supuestamente culturales pero con fuerte connotación política, devino
en un tremendo revulsivo social cuya trascendencia aun no ha alcanzado toda su
amplitud. Tuve oportunidad de participar en una reunión de ciudadanos de la
región metropolitana norte en que comprobé la presencia de personas que habían
tenido una fugaz participación en
política en las elecciones del 2003, cuando muchos sintieron la
necesidad de jugarse por el terrible momento que atravesaba la nación, pero que
luego volvieron a su actividad privada
cuando la situación económica y social pareció
encauzarse y recuperar la normalidad. La razón por la que este sector ha
comenzado a retornar al ámbito de la confrontación política, que le es
naturalmente ajeno, es consecuencia de la sensación de peligro que venía
incrementándose de una forma difusa pero que despertó ante la visión surgida en
el imaginario colectivo de un batallón de delincuentes, barra bravas y presos
liberados, dispuestos a arrojarse como soldados del apocalipsis sobre una
sociedad indefensa, inspirada con razón o sin ella por las desafortunadas
decisiones de Víctor Hortel, director del Servicio Penitenciario Federal y el
apoyo que recibió del más alto nivel gubernamental.
Es notable
cómo lo que en principio pareció apenas el descubrimiento por parte de
la prensa de un caso puntual se fue complicando cuando la misma señora
presidente, quien evidentemente reacciona exageradamente ante cualquier
estímulo que surja del multimedios Clarín, no solo avaló al funcionario del
Servicio Penitenciario sino que desnudó que lo sucedido no era un hecho
circunstancial sino una política de Estado. Poco ayudaron las fotos del
director del SPF disfrazado de “Hombre Araña” o tocando el bombo rodeado de
delincuentes condenados por graves crímenes. Menos aun sus declaraciones que
reconocen con orgullo su relación con la agrupación denominada Vatayón
Militante que tiene una activa presencia en los penales o la noticia de que la
agrupación oficialista La Cámpora había hecho en mayo un acto con la presencia
del señor director en el penal federal de Rawson, justificado en la
inauguración de un mural para conmemorar el inició de un juicio contra
militares.
Más allá de las cuestiones técnicas referidas
al momento de la condena en que los
presos pueden acceder a su participación en actividades de “reinserción” y lo
absurdo de que dicha figura se aplicara a un músico de amplia trayectoria,
recientemente condenado por el asesinato de su esposa y que mal puede haberse
“desinsertado”, subyace la fundada preocupación de que se esté adoctrinando y
cooptando a criminales presos para que pasen a militar en forma
activa en las filas del oficialismo para hacer aquello por lo que han recibido
condena, o sea, ejercer la violencia. Esta situación había sido denunciada
por Sergio Schoklender, un criminal con
condena cumplida, que fue detenido recientemente por su supuesta participación
en las estafas que motivaron la suspensión del programa de construcción de
casas de la Asociación Madres de Plaza de Mayo y que al ser liberado señaló la
existencia del reclutamiento y organización de “presos para la militancia”
entre los internos de los establecimientos penales del país. Curioso caso el de
Schoklender que se ha transformado de acusado en acusador del gobierno y de las
Madres de Plaza de Mayo y que dispone de información privilegiada que
generalmente no es atendida hasta que, como sucedió en este caso, los graves
hechos sucedidos parecen darle la razón.
Si el asunto de los presos con salidas a actos
políticos causó seria preocupación, la simpatía expresada públicamente por la
señora presidente por esos señores que se paran en la cancha en los para-avalanchas,
de espaldas al campo de juego, para arengar a su tropa compuesta por los
llamados “barra bravas” causó verdadera sorpresa. Debe tenerse en cuenta que
esto fue dicho en la presentación de un sistema de identificación que, más allá
de que no funcionó ni en la prueba que
pretendió hacer la señora Fernández, está supuestamente dirigido a evitar que
los violentos e indeseables puedan
entrar a los estadios de futbol. Agregue usted la golpiza sufrida en Jujuy por
un equipo de periodistas enviado por el señor Lanata a manos de la agrupación
Tupac Amaru, otro ícono de la violencia que ya fuera denunciado por el senador
Morales junto a la señora Milagro Sala que está a la cabeza de la agrupación,
la irrefrenable ola de violencia delictiva en la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma y las declaraciones de la Ministra de
Seguridad que insiste que todo se trata
de una “sensación de inseguridad” y puede claramente comprenderse por qué, de
pronto, la ciudadanía responsable ha
sido recorrida por una sensación de peligro y de fundado temor. Quizás pocos
expresaron tan claramente su sentimiento como el zapatero que anunció una
“liquidación por robo” cansado de sufrir y de clamar por una justicia
inexistente.
Al
riesgo del robo a mano armada que se sufre en la calle se nos suma la
sospecha del robo de “guante blanco” que evidencia la sucesión de juicios por
casos de corrupción que, a pesar de su siempre demorado desarrollo, ya
desbordan los intentos de ocultamiento judicial. El caso Ciccone sigue su
curso, sin perjuicio de que el señor Vicepresidente Amado Boudou logró que el
juez y el fiscal original dejaran la causa
y que renunciara el Procurador
General. Sin embargo, ahora se sumó como imputado el Jefe de la AFIP, Ricardo
Echegaray, ya que el caso presenta tantas irregularidades que no hay manera de
hacerlo cerrar. Por el manejo de la tarjeta SUBE acaban de ser imputados el ex
Secretario de Transporte Juan Pablo Schiavi y otros diez funcionarios. También
tenemos una denuncia de corrupción que
está enturbiando nuestra relación con el Uruguay por problemas surgidos en la
licitación para el dragado del canal Martín García en el Río de la Plata. Si
nuestros jueces fueran capaces de avanzar en estos casos, como sucede en Brasil
y otros países más comprometidos con la transparencia, podrían al menos suplir
la impotencia que muestra un poder legislativo con minoría en ambas cámaras y
darnos una esperanza de cambio y una perdida sensación de justicia.
Pero la realidad es que la sensación de
peligro se extiende a todos los ámbitos y sectores de la vida nacional. Si bien
nos preocupa el aumento del veinte por ciento en los peajes o la huelga del subte, mucho más nos afecta
la distorsionada imagen de la economía en general que surge de las expresiones
presidenciales. Desde la cadena nacional, esta vez utilizada para anunciar el
pago de la cuota final del BODEN 2012 (cumplimiento que no merecería ninguna
mención especial) la señora presidente lanzó una vez más una andanada de cifras
que no se entiende a quién van dirigidas. Hay un público de funcionarios y
militantes, siempre en primera fila en
cada presentación que aplauden y festejan sea lo que fuere que se diga. Hay un
alto número de oyentes, presenciales o a través de las cámaras, que la escuchan
pero no tienen los conocimientos para interpretar los datos. Y están los que
pueden comprender y se indignan de que
se menoscabe su inteligencia con las cifras parciales, los hechos
distorsionados y la asignación caprichosa de responsabilidades. Baste decir que
no tiene ningún sentido que se mencionen porcentajes de aumentos de salarios
descomunales sin desagregar los datos por inflación o que se hable de
desendeudamiento ignorando el peso de la deuda interna que se ha generado con
el Banco Central y con la ANSES, por ejemplo. Tampoco es virtuoso, el magro
aumento a los jubilados que en su mayoría reciben montos inferiores al salario
mínimo vital y móvil y que inclusive cobran menos que los presos que trabajan en prisión. Lo
más grave es que si la señora presidente realmente cree que el estado de la
economía es floreciente y que puede controlar la situación con un creciente
intervencionismo como ha hecho con el mercado hidrocarburífero, nos está
negando hasta la esperanza.
Si todavía hay quien duda de porqué tenemos
sensación de peligro le enumero: porque
se hace un uso político de los presos; porque se contemporiza con los barra
bravas; porque se manipula políticamente a los centros de estudiantes; porque
se hace un uso político hasta de los atletas olímpicos haciendo que lean en
televisión mensajes de las abuelas de Plaza de Mayo; porque tenemos una Corte
que acepta la prescripción por crímenes terroristas que asesinaron a 23
personas en el comedor de Coordinación Federal en que están imputados entre
otros Mario Firmenich y Horacio Verbitsky mientras que es implacable con los
imputados de origen militar; porque la presidente hasta se permite decirle al
titular de la Asociación del Futbol Argentino cómo quiere que se denomine al
torneo nacional como si fuera su dueña y señora, y sobre todo, porque se
legisla, se comunica y se gobierna como si los delincuentes y los marginales
fueran el corazón de la sociedad dejando
para el resto la carga de soportar el
sistema mientras lo abandonan a merced
de la violencia física y moral que impera en una comunidad con sus valores
subvertidos.
Me queda como consuelo esa renovada voluntad
de participación que he advertido en sectores que a veces pecan por
indiferencia pero que parecen haber percibido, a través de la sensación de
peligro, que aunque tengamos que enfrentar a quienes manejan muchos millones,
planes, presos, barras bravas y conciencias, si ponemos la firme voluntad de
comprometernos lograremos, con un mensaje contundente a través de las urnas, alcanzar el milagro de
imponer una sociedad más segura y una vida mejor.
Un abrazo para todos
Juan Carlos Neves, Presidente de Nueva Unión
Ciudadana
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